Los que me conoceis ya sabeís que me encanta leer pero ahora es mi refugio. Me gustaría compartir con vosostros esta fragmento del libro:
“Las tres preguntas ¿Quién soy? ¿Adonde voy?¿Con quién?, Jorge Bucay”
EL INTENTO DE ESCAPAR DEL DOLOR
Muchas personas durante un tiempo y unas pocas durante toda su vida “aterrizan” en la creencia de que el sentido de sus vidas consiste en mantenerse lo más alejado posible de todo lo que les cause pena, problemas o dolor.
La premisa es obviamente consecuencia “lógica” del siguiente razonamiento falaz:
Si lo gozoso y disfrutable nos leva a la felicidad, el dolor conduce a la desdicha.
Es fácil entenderlo, pero no es así.
LA mayor parte de las veces estas personas terminan esquivando situaciones importantes, intensas o trascendentes que, de haberlas vivido, hubieran formado parte indisoluble de su camino a ser felices.
Son, en general, personas educadas por sus padres para que intenten construir una vida libre de dolor.
Hombres y mujeres equivocadamente trabajarán arduamente para alejar a sus hijos de cualquier herida, sin darse cuenta de que así los alejarán también de toda posibilidad de aprender a manejar su frustración.
No pretendo ser ejemplo de nadie, pero he aprendido, con los años, con la vida, con la profesión, y luego otra vez con “los más años”, que es fundamental no pretender escapar de la pena. Todos deberíamos tener el coraje de enseñar y la madurez de aprender que parte del camino que lleva a la felicidad implica, necesariamente algún dolor.
No hay ningún rumbo saludable que se pueda descubrir escapando de la pena, mucho menos tratando de huir hacia un pasado más placentero y calmo.
El dolor es siempre un maestro que está para enseñarnos algo. El dolor de fuera y el de dentro: el de tu cuerpo, que te avisa de que algo está funcionado mal, y el de dentro, que te avisa que estás yendo por un camino equivocado.
El dolor es una de las formas en que la vida nos enseña dónde está el amor y la mejor manera de enterarnos de que somos vulnerables, pero no frágiles; por lo menos no tan frágiles como para creer que no podríamos soportar un dolor.
Cuenta Osho que …
En tiempos de Buda, murió el único hijo de una mujer llamada Kisagotami.
Incapaz de soportar siquiera la idea de no volver a verlo, la mujer dejó el cadáver de su hijo en su cama y, durante muchos días, lloró y lloró implorando a los dioses que le permitieran morir a su vez.
Como no encontraba consuelo, empezó a correr de una persona a otra en busca de una medicina que la ayudara a seguir viviendo sin su hijo o, de lo contrario, a morir como él.
Le dijeron que Buda la tenía.
Kisagotami fue a ver a Buda, le rindió homenaje y preguntó:
_¿Puedes preparar una medicina que me sane este dolor o me mate para no sentirlo?
_¿Puedes preparar una medicina que me sane este dolor o me mate para no sentirlo?
- Conozco esta medicina- contestó Buda-, pero para prepararla necesito ciertos ingredientes.
- - ¿qué ingredientes?- preguntó la mujer.
- - El más importante es un vaso de vino casero- dijo Buda.
- - Ya mismo lo traigo- dijo Kisagotami.
Pero antes de que se marchase, Buda añadió:
- - Necesito que el vino provenga de un hogar donde no haya muero ningún niño, cónyuge, padre o sirviente.
La mujer asintió y, sin perder tiempo, recorrió el pueblo casa por casa, pidiendo el vino. Sin embargo, en cada una de las casas que visitó sucedió lo mismo. Todos estaban dispuestos a regalarle el vino, pero al preguntar si había muerto alguien, ella encontró que todos los hogares habían sido visitados por la muerte. En una vivienda había muerto una hija, en otra un sirviente en otras, el marido o uno de sus padres.
Kiagotami no pudo hallar un hogar donde no se hubiera experimentado el sufrimiento de la muerte.
Al darse cuenta de que no estaba sola en su dolor, la madre se desprendió del cuerpo sin viada de si hijo y fue a ver a Buda.
Se arrodilló frente a él y le dijo:
- Gracias.. Comprendí.
- Gracias.. Comprendí.
Los problemas son parte de nuestra vida.
Los problemas, por sí solos, no provocan el sufrimiento. Quizás tristeza, pero no sufrimiento.
Sabiendo adónde vamos lograremos abordar las dificultades con decisión y compromiso. Si conseguimos centrar nuestra energía en seguir el rumbo, aunque no encontremos de inmediato una solución, el problemas se transformará en un desafío y sólo por eso dejará de ser una carga. Ese simple cambio de significado se sí un avance.
Solemos quejarnos diciendo: “!No es justo!”
Pero es un autoengaño.. ¿De dónde sacamos nosotros que lo natural es la justicia?
De hecho, no lo es.
No es justo que os ríos se desborden y arrasen construcciones hermosas.
No es justo que las erupciones volcánicas sieguen cientos de vidas.
No es justo que un incendio forestal termine con la existencia de miles de árboles y animales.
No obstante, si nos quedamos en el pensamiento o en la queja de que es justo o injusto, no avanzamos, añadimos un ingrediente de malestar y de distracción. Nos perdemos cada vez más y pasamos a tener dos problemas en lugar de uno: la injusticia y la idea de que el universo no debería ser injusto.
El sentimiento puramente vindicativo frente a la injusticia nos priva de la energía necesaria para solucionar el problema original.
Si en un momento te toca sufrir, no te asustes, no te escapes, no te rindas. Puede ser que la realidad te haga retroceder, pero de todas maneras, lo importante, acuérdate, es estar en camino, no llegar a algún lugar.